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Estancia de Jesús María - Museo Jesuítico Nacional

El asesinato de un caudillo, vivienda de un conde italiano y posterior museo rural

Conocé las historias que guarda la Posta de Sinsacate

El asesinato del General Facundo Quiroga fue el hecho histórico de mayor trascendencia en la región.

La brutalidad del crimen dejó una bruma de tristeza en la Posta, que nunca volvió a ser la misma. Con el paso de los años su actividad fue decayendo y un día ya no hubo más viajeros recorriendo su galería o descansando a la sombra de sus árboles. El molino ya no trabajaba ni se recibìan granos para hacerlo. Faltaban caballos y otras postas se establecieron en la región. Con la llegada del Ferrocarril, hacia 1870, la Posta de Sinsacate era una sombra triste, solitaria y final.

Los misterios de la vida hicieron que uno de los últimos que habitaron esta casa fuera, justamente, un ferrocarrilero. Pero claro, no era cualquier ferrocarrilero. Era el Conde de Telfener, conde italiano que había recibido la concesión para construir el Ferrocarril Central Norte, uniendo Córdoba con Tucumán en la década de 1870. Cuando llegó, la posta contaba con muebles rústicos, enceres de campo y muchas otras cosas que poco le agradaban. Se dice que Telfener, disgustado, tiró todo y lo reemplazó con muebles franceses, más a su estilo.

Además de Conde, Telfener era ingeniero y empresario. Alquiló la casa de Sinsacate y la convirtió en su residencia de descanso. Un día de esos tantos que traen los veranos cordobeses, llegó un tren cargado de obreros que en poco tiempo reconstruyeron la vieja Posta. Limpia, amoblada y pintada de un blanco radiante, volvió a estar habitada y viva. Telfener tenía su propia jefa de cocineros: Madame Hermancia; su marido era el mayordomo y dirigía un grupo de sirvientes que vestían trajes especiales.

El Conde de Telfener encontró en Sinsacate, su lugar de reposo y trabajo. El silencio y la paz lo acompañaban por las tardes y las noches de luna llena iluminaban el monte. Cuando terminó la construcción del Central Norte, Telfener volvió a Europa y abandonó la Posta. Durante algunos años fue alquilada a distintas familias cordobesas que seguían utilizándola como casa de veraneo pero finalmente, por esos azares de la vida, quedó abandonada y así permaneció por casi medio siglo, hasta que el Estado Nacional la recuperó en la década de 1940 y la transformó en museo. Afortunadamente el abandono no la convirtió en ruinas: se sabe que había un conventillo instalado dentro de la Posta y quizás eso haya sido lo que la preservó de la destrucción del tiempo. Al continuar habitada, la casa se salvó de un destino como el que tuvieron casi todas las postas del Camino Real.
Hoy, su capilla sigue recibiendo plegarias, la galería sigue sintiendo el paso de sus visitantes, la Posta sigue blanca y radiante, deslumbrando en lo alto de la Loma. Siempre junto al Camino Real, dispuesta a recibir a los viajeros que día a día siguen llegando para visitarla, desde hace 300 años, repitiendo siempre la frase que las identifica “Por acá pasó la Historia”.